hablemos de cuan pendexa puede ser la vida
Desconectado dice:
jaja
Eduardo - la vida es pendeja... dice:
es pendejisima wey
Eduardo - la vida es pendeja... dice:
es canallasa...
Desconectado dice:
si weon concuerdo contigo
Desconectado dice:
te da
Desconectado dice:
te quita
Desconectado dice:
te da
Desconectado dice:
te vuelve a quitar
Desconectado dice:
y cuando quiere se desquita
Desconectado dice:
csm
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jaja
Eduardo - la vida es pendeja... dice:
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Aproximadamente hace un mes, un grupo de cófrades de antaño se reunieron en un viejo y maloliente local de San Miguel (bueno, a veces no es maloliente, igual lo quieren, sino no irían tan seguido). Un lugar ya acostumbrado para este tipo de reuniones. Su misión de aquel día era beber. Pero más que libar con el objetivo principal de por lo menos picarse, el verdadero fin era conversar y compartir desventuras, como suelen hacerlo cada vez que se juntan, no solo ellos sino también otros cófrades, campañeros en las mismas desventuras. Ese día, a falta de iniciativa o ganas por parte del resto de compañeros, solo eran tres. Transcurrieron chistes y anécdotas del pasado que se niegan a ser olvidadas, esas que al comentarlas en voz alta, y siendo objeto de risa, aunque se hayan reído de la misma historia miles de veces, parecen ser inmortalizadas.
Tres almas reunidas en ese oscuro punto de la faz terráquea. Insignificante para el universo, el todo para ellos. Si se contara a los que solo asistieron una vez por casualidades del destino, a los que hicieron su aparición y fueron protagonistas de aquellas veladas aunque sea en una ocasión, serian unos 20, tal vez más, tal vez menos. Luego de inicios tímidos y temas superfluos, acompañados de algunas 'frescas', las historias comenzaron. Primero los chistes, 'zanahorias' y luego 'rojos'. Poco a poco el lugar se va haciendo más estrecho y la intimidad se crea. Las mascaradas desaparecen y el poco recato que les queda, que ha ido disminuyendo con el pasar de los años (un poco quedó en el colegio, otro poco en la universidad, un poco más en esas noches de alcohol e historias, como aquella) también se esfuma. Se abren paso las voces ásperas y retumbantes que hacen a aquellos cófrades el centro del local, el centro de la atención orbital por el periodo que dure la jornada, por esas horas que también se hacen más cortas a medida que avanza la reunión.
Todo este ambiente crea la atmósfera perfecta para desahogo, para narrar aquella historia pendiente por contar, aquel secreto tan esperado por ser revelado, aquella anécdota sórdida o morbosamente graciosa que se niega a permanecer oculta y quiere ver la luz. Carcajadas van, risas vienen, cabezas asentando, otras negando, entre sonrisas y murmullos. Los tres cófrades de aquel día, viejos camaradas, rieron, se lamentaron y maldijeron, pero nunca dejaron decir 'dos mas' y encontrar el momento perfecto para sonreir y para sentir.
Aunque la seguidilla de historias fueron decayendo en animosidad, haciéndose una más melancólica que la venidera, nunca perdieron esa sonrisa. Las colillas de cigarro y los hilos de humo zigzagueando en el ya contaminado ambiente del local adornaban centro de la mesa de estos muchachos, dándole gracia y cierta mística al compartir de historias, a las voces cada vez más chillonas que emitían y a los ojos cada vez más rojos de estos jóvenes (no por el alcohol, no se debe desmerecer al traicionero sueño). Luego de la ardua conversación entre estos tres compañeros, cuando la noche se ponía más oscura y el nivel de botellas vacías (o vaciadas) ascendía, llegó la trágica conclusión de esa jornada: la vida es pendeja.
Y es que es pendejísima, aunque ninguno de los tres lo hubiera notado antes, o no lo haya querido notar. Ese día, estos tres frentes aguerridos, acalorados por el subir del nivel etílico, así lo decidieron. Tal vez en forma de excusa a sus tristes relatos de aquella noche -casi mañana- de tragos y secretos. Es tan pendeja, que cuando uno de ellos, con un optimismo desbordado ante la verdad inevitable, quiso reivindicar a la tan dura y maldecida 'vida', no encontró argumentos y sucumbió al clamor general de la mesa: nuevamente, la vida es pendeja.
Muchas desventuras e historias en otras ocasiones innarrables fueron tocadas ese día por aquellos cofrades. Historias de amor, odio, desilusión, pequeñas batallas ganadas y muchas guerras olvidadas. Luego de haber cumplido la meta de aquella noche, con bolsillos más ligeros y billeteras más delgadas, se pusieron de pie para seguir dándole la cara en alto a la tan trastocada 'vida', con la promesa de colocar aquella conclusión en sus respectivos nicks del messenger, en señal de respeto y cometido a seguir, para recordarse a sí mismo a que se deben enfrentar, y con el serio deseo de hacer la diferencia, o por lo menos comenzar a hacerla.
Hace unos días se volverían a reunir. Esos mismos tres, más algunos cófrades ausentes en aquella ocasión, pero presentes en muchas otras. Todos agrupados con la misión de convertir una noche sin sobresaltos en algo especial. Tal vez por el entusiasmo inconciente que cada una de estas reuniones genera, uno de los cófrades decidió escribir acerca de esas tertulias, sobre ese grupo reunido para el cambio y sobre esas historias esperando por ser contadas para hacer de su realidad aburrida, en una única, digna de ser vivida. Salud, cófrades, y dos más.
Todo este ambiente crea la atmósfera perfecta para desahogo, para narrar aquella historia pendiente por contar, aquel secreto tan esperado por ser revelado, aquella anécdota sórdida o morbosamente graciosa que se niega a permanecer oculta y quiere ver la luz. Carcajadas van, risas vienen, cabezas asentando, otras negando, entre sonrisas y murmullos. Los tres cófrades de aquel día, viejos camaradas, rieron, se lamentaron y maldijeron, pero nunca dejaron decir 'dos mas' y encontrar el momento perfecto para sonreir y para sentir.
Aunque la seguidilla de historias fueron decayendo en animosidad, haciéndose una más melancólica que la venidera, nunca perdieron esa sonrisa. Las colillas de cigarro y los hilos de humo zigzagueando en el ya contaminado ambiente del local adornaban centro de la mesa de estos muchachos, dándole gracia y cierta mística al compartir de historias, a las voces cada vez más chillonas que emitían y a los ojos cada vez más rojos de estos jóvenes (no por el alcohol, no se debe desmerecer al traicionero sueño). Luego de la ardua conversación entre estos tres compañeros, cuando la noche se ponía más oscura y el nivel de botellas vacías (o vaciadas) ascendía, llegó la trágica conclusión de esa jornada: la vida es pendeja.
Y es que es pendejísima, aunque ninguno de los tres lo hubiera notado antes, o no lo haya querido notar. Ese día, estos tres frentes aguerridos, acalorados por el subir del nivel etílico, así lo decidieron. Tal vez en forma de excusa a sus tristes relatos de aquella noche -casi mañana- de tragos y secretos. Es tan pendeja, que cuando uno de ellos, con un optimismo desbordado ante la verdad inevitable, quiso reivindicar a la tan dura y maldecida 'vida', no encontró argumentos y sucumbió al clamor general de la mesa: nuevamente, la vida es pendeja.
Muchas desventuras e historias en otras ocasiones innarrables fueron tocadas ese día por aquellos cofrades. Historias de amor, odio, desilusión, pequeñas batallas ganadas y muchas guerras olvidadas. Luego de haber cumplido la meta de aquella noche, con bolsillos más ligeros y billeteras más delgadas, se pusieron de pie para seguir dándole la cara en alto a la tan trastocada 'vida', con la promesa de colocar aquella conclusión en sus respectivos nicks del messenger, en señal de respeto y cometido a seguir, para recordarse a sí mismo a que se deben enfrentar, y con el serio deseo de hacer la diferencia, o por lo menos comenzar a hacerla.
Hace unos días se volverían a reunir. Esos mismos tres, más algunos cófrades ausentes en aquella ocasión, pero presentes en muchas otras. Todos agrupados con la misión de convertir una noche sin sobresaltos en algo especial. Tal vez por el entusiasmo inconciente que cada una de estas reuniones genera, uno de los cófrades decidió escribir acerca de esas tertulias, sobre ese grupo reunido para el cambio y sobre esas historias esperando por ser contadas para hacer de su realidad aburrida, en una única, digna de ser vivida. Salud, cófrades, y dos más.