Sí, fue en una Sub 20. Y sí, fue por penales. ¿Y qué? La U es campeón de una Libertadores y nadie podrá quitar eso de los hinchas cremas. Sé que dije hace un tiempo en este mismo espacio bloguero que no escribiría más de fútbol, pero la situación lo amerita. El domingo, grité como nunca y, lo confieso sin vergüenza ni prejuicios, y alzando la frente, estuve al borde de las lágrimas.
¡Pero qué derroche de energía! No hay cómo describirlo. Los muchachos -antes denominados 'cremitas', yo creo que ahora deberían ser 'cremotas'- no achicaron. No les pesó la camiseta para enfrentar a un equipo que se presumía superior, ni a miles de hinchas desde las tribunas. No les ganó la presión, ni en el clásico ni en la final, de estar en un estadio lleno. Era una final y había que jugar con todo, con garra, sin sentir el peso de una historia sobre los hombros, pero tampoco olvidánsose de ella. Arriesgando lo necesario, pero con orden y precaución. Y todo estuvo presente. Aunque todos pensaban que se tirarían atrás a 'aguantar', ellos fueron a pararle el macho a los argentinos. Tanto así que luego del empate, algunos se quedaron picones por no haberlo ganado en los 90. Y en los penales, ¡qué seguridad! Las definiciones también juegan, por eso, hay que saber jugarlas. Uno, dos, tres, cuatro... Y entonces la euforia.
Gritos, abrazos, la alegría. Esa emoción tantas veces esquiva. Los brazos extendidos hacia arriba, en señal de victoria, tocando, aunque sea por ese instante, el cielo, más cerca que nunca. Ver al grupo de 'chibolos', Polo, Flores, Duarte, López, Romero, Shuler, Vargas, La Torre, Mimbela, etcétera, etcétera, sintiéndose grandes por primera vez y disfrutándolo, será algo inmortal, algo que llevaran todos los hinchas en sus corazones.
Y ojalá que esos chicos se lo hayan dedicado a todos los que no confiaron en ellos. En todos los que les desearon la derrota. Para esos iba. Para los que dijeron que no tenían con qué ganarle a Boca. Desde su escéptico entrenador que se encontraba en España (increíble que no haya completado la Bolsa de Minutos con una Sub 20 campeona de Libertadores), hasta el clásico rival, que comenzó a hablar por la herida.
Seguramente no fue un torneo de una categoría mayor. ¿Y? ¿Eso quiere decir que no jugaron con todo? ¿Boca no jugó con todo en la final? ¿Sus jugadores no lloraron la derrota? ¿Alianza no jugó con todo, todo el campeonato y en el clásico? ¿Que la U no ganó en la cancha, sino en penales? Habría que decirle los equipos mayores de Brasil, Boca, Milan, Manchester y otros grandes, que, sorry, pero ganaron en penales. Tendríamos que decirle al Alianza del 2001 que en su centenario no ganaron en la cancha en la final, sino que vencieron a Cienciano por penales. ¿Dominaste el partido? A lo mejor, pero no lo ganaste en 90 minutos.
Ya pasaron varios días, pero la alegría sigue. Pero debemos recordar que los momentos de euforia son intensos, pero no eternos. Que el trabajo no quede ahí. Hay mucho futuro por explotar. Pasadas las celebraciones se debe comenzar a mirar hacia adelante.
-
Que las heridas no hablen y que las excusas no se disfracen ahora de explicaciones. Es momento de celebrar un triunfo, de disfrutar de esa alegría que tan largamente nos ha sido indiferente y que esta vez sentimos tan cerca de la piel. Hay que acostumbranos a ganar. La U es campeón, señores. Y no hay nada más que decir.
Gritos, abrazos, la alegría. Esa emoción tantas veces esquiva. Los brazos extendidos hacia arriba, en señal de victoria, tocando, aunque sea por ese instante, el cielo, más cerca que nunca. Ver al grupo de 'chibolos', Polo, Flores, Duarte, López, Romero, Shuler, Vargas, La Torre, Mimbela, etcétera, etcétera, sintiéndose grandes por primera vez y disfrutándolo, será algo inmortal, algo que llevaran todos los hinchas en sus corazones.
Y ojalá que esos chicos se lo hayan dedicado a todos los que no confiaron en ellos. En todos los que les desearon la derrota. Para esos iba. Para los que dijeron que no tenían con qué ganarle a Boca. Desde su escéptico entrenador que se encontraba en España (increíble que no haya completado la Bolsa de Minutos con una Sub 20 campeona de Libertadores), hasta el clásico rival, que comenzó a hablar por la herida.
Seguramente no fue un torneo de una categoría mayor. ¿Y? ¿Eso quiere decir que no jugaron con todo? ¿Boca no jugó con todo en la final? ¿Sus jugadores no lloraron la derrota? ¿Alianza no jugó con todo, todo el campeonato y en el clásico? ¿Que la U no ganó en la cancha, sino en penales? Habría que decirle los equipos mayores de Brasil, Boca, Milan, Manchester y otros grandes, que, sorry, pero ganaron en penales. Tendríamos que decirle al Alianza del 2001 que en su centenario no ganaron en la cancha en la final, sino que vencieron a Cienciano por penales. ¿Dominaste el partido? A lo mejor, pero no lo ganaste en 90 minutos.
Ya pasaron varios días, pero la alegría sigue. Pero debemos recordar que los momentos de euforia son intensos, pero no eternos. Que el trabajo no quede ahí. Hay mucho futuro por explotar. Pasadas las celebraciones se debe comenzar a mirar hacia adelante.
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Que las heridas no hablen y que las excusas no se disfracen ahora de explicaciones. Es momento de celebrar un triunfo, de disfrutar de esa alegría que tan largamente nos ha sido indiferente y que esta vez sentimos tan cerca de la piel. Hay que acostumbranos a ganar. La U es campeón, señores. Y no hay nada más que decir.
Una canción del grupo que le da el título a este post, Nos sobra aliento. Cómo no voy a quererte Universitario.