martes, 8 de abril de 2008

"Tártara, ketchup, mostaza y..."

Dije que escribiría sobre esto y lo haré. Hace ocho días me di cuenta que si yo me consideraba "salado", el pobre tipo al que le sucedió la desgracia que estoy a punto de narrar es un moco de marinero con sibarita, o algo igual de salado.
El pasado lunes, camino a la universidad me detuve como siempre a leer las portadas de los periódicos en el kioskito de la esquina. Mientras veía los periódicos sentí un aroma antes conocido, volteé y vi a mi muy bien ponderado Tío Bigote preparando una hamburguesa. Tenía tiempo así que decidí comprame una.
Ya con mi hamburguesa royal en la mano, fui otra vez al kiosko. A mi costado estaba un pata, cabello largo, barba mal afeitada, polo rojo, que había visto hacía unos minutos partir del Tío Bigote, con hamburguesa en mano, cuando yo recién me dirigía a hacer mi pedido.
Vi que el brother en cuestión quería echarle un ojo a la portada de Correo que estaba por mi lado, así que de "buena gente" me arrimé para darle paso. El tipo dio tres pasos al costado y en eso escuché: "ta madre, la p*uta madre, hija de p*uta", y muchas más groserías que ni siquiera en la hermosa Internet llena de improperios y pornografía me es fácil mencionar.
Lo primero que pensé es que el pata había leído una noticia realmente mala, ¿no? Pero luego vi una "salsa" desconocida y particularmente desagradable en su hamburguesa con huevo. Después me di cuenta que esa "salsa" también se encontraba en el mechón de su cabello más cercano a su hombro izquierdo. "Demonios, qué hambre tenía este wey", pensé. Sin embargo, luego un momento de reflexión, me di cuenta que en realidad (como algunos ya se habrán percatado) eso no era una de las "salsas" del Tío Bigote, sino deposiciones de un pajarillo travieso.
¡Cómo! Pero, ¡cómo! Vi hacia arriba y el cielo estaba igual de gris que siempre, sin aves, no había cables, ni postes, ni ningún sitio donde se posan usualmente los pájaros. Carajo, ¡cómo! Sucia jugarreta del destino. El pobre brother se fue maldiciendo y con la mitad de su hamburguesa llena de caca aún en la mano, supongo para botarla en algún tacho de basura más allá.
Camino a la universidad, pensando todavía que ese pedazo de mierda voladora estaba destinada para mi hamburguesa royal, me di cuenta que tal vez yo no soy la persona más "piña" que conozco. Soy la segunda. ¡Ja!

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